EL PROCESO DE EXPROPIACIÓN DE FINCAS DURANTE LA REFORESTACIÓN DE LOS MONTES DE MÁLAGA

Este texto es una adaptación de la comunicación presentada por Álvaro Amaya Ríos en el IV Congreso Internacional de Patrimonio Industrial y de la Obra Pública.

Para la consulta del libro completo, accede al siguiente enlace:https://www.fupia.es/iv-congreso-internacional-de-patrimonio-industrial-y-de-la-obra-publica/

La cuenca del Guadalmedina y los acontecimientos de 1907

Los Montes es el nombre que recibe el territorio de relieve alomado que rodea la ciudad de Málaga, un lugar montañoso que se eleva de forma abrupta desde el Mediterráneo hasta alcanzar alturas superiores a los 1.000 metros a tan solo 10 kilómetros de la costa.  La aspereza de sus suelos, compuestos principalmente por filitas, pizarras y esquistos, a duras penas permitió el desarrollo de una pobre agricultura, sin embargo, la vid logró adaptarse y prosperar en estos terrenos al menos desde la Alta Edad Media. A partir del siglo XVI se produce una creciente roturación de tierras de montaña motivada por el auge del sector vitivinícola, hasta tal punto que a finales del siglo XVIII la región se erigió como la principal productora y exportadora de vino en España. Los beneficios que generaba este comercio propició la aparición de un paisaje intensamente cultivado de vides y salpicado de los lagares, unas edificaciones donde se elaboraba el vino y se procesaban las pasas para su traslado al puerto de Málaga. Lejos de ser sobrios edificios dedicados a la producción, muchos de estos lagares se levantaron con una arquitectura de factura refinada; sus espacios ornamentados y jardines reflejaban la prosperidad de sus propietarios.

Pero la bonanza tocaría a su fin a comienzos del XIX, cuando el sector entró en una lenta decadencia que terminaría en 1877 con la irrupción de la filoxera, una plaga que acabaría con la totalidad de la superficie de viñedo de la provincia, calculadas para ese momento en unas 112.876 hectáreas. En los años siguientes el paisaje cambió de forma drástica, pues ahora los propietarios de Los Montes apenas subsistían con algunos cultivos de poca rentabilidad. Otra de las alternativas económicas fue el pastoreo intensivo de ganado caprino, que condujo al agotamiento y la erosión de unos suelos ya de por sí empobrecidos. Con la llegada del siglo XX muchas fincas quedaron baldías o semi abandonadas y, por si ello fuera poco, con unas tierras carentes de cualquier cobertera vegetal, la torrencialidad y los arrastres de materiales en el caudal del río Guadalmedina y sus afluentes aumentaron estrepitosamente.

El Guadalmedina, cuyo origen se encuentra aún más al norte, en la Sierra de Camarolos, discurre encajonado entre las pronunciadas pendientes de Los Montes mientras recibe a su paso 67 arroyos y cañadas. Los desastres ligados al río estuvieron presentes durante toda la Edad Moderna, algunos de ellos al parecer bastante calamitosos, como la inundación que tuvo lugar en el año 1661. Sin embargo, fue a partir del siglo XIX cuando el problema empezó a acentuarse, ya que en toda la centuria se documentaron 18 riadas. El comienzo del XX continuó con esta tendencia, y solo en el primer lustro del siglo tuvieron lugar 3 riadas.  

Lagar de La Llama, partido de Jaboneros, Montes de Málaga. Fotografía Álvaro Amaya

A pesar de este largo historial de desastres naturales, fue la inundación de septiembre de 1907 la que evidenció el grave problema que tenían las poblaciones situadas a los pies de Los Montes. La madrugada del 23 al 24 de septiembre cayó una intensa tormenta en el término municipal de Colmenar causando enormes pérdidas humanas y materiales. Sobre las 02.00h de la madrugada, las aguas que bajaban por el río Guadalmedina llegaron a la capital, saltando las defensas del cauce desde la zona de la Trinidad y la Goleta hasta la desembocadura, anegando con violencia las zonas más bajas de la población. La inundación, que pilló por sorpresa a los vecinos, llegó a alcanzar más de dos metros de altura en algunos puntos de la ciudad, como en calle Carretería; en el barrio del Perchel algunas viviendas desaparecieron arrastradas por la corriente. El ímpetu de las aguas aisló la ciudad al arrancar los puentes de la Aurora, Santo Domingo y del Ferrocarril, y dejar el de Tetuán con gravísimos desperfectos. 

Recorte de La Libertad, 27 de septiembre de 1907. Fuente: Archivo Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico

Se estimó el balance de fallecidos en unas 30 personas en la capital, aunque esta cifra aumenta significativamente si se consideran las pérdidas humanas contabilizadas en los pueblos. Los daños materiales fueron asimismo importantes, pues además de las viviendas también se vieron afectadas industrias, almacenes y bodegas al arruinarse las mercancías y dañarse las maquinarias. En los campos de la vega del Guadalhorce y de la Axarquía, casas y molinos quedaron desbaratados, así como huertas, viñedos y caminos. 

Una vez pasados los primeros días de la inundación, empezaron a circular por la ciudad demandas públicas para que se tomaran medidas enérgicas que evitaran otro nuevo desastre. Se propusieron varias actuaciones, entre ellas fortalecer los muros del cauce del Guadalmedina, una solución que se venía practicando en la ciudad desde comienzos de la Edad Moderna sin mucho éxito. Sin embargo, el presidente de la Sociedad Económica del País, Pedro Gómez Chaix, planteó otra alternativa más ambiciosa al dirigirse por carta al ministro de Fomento del momento, Augusto González Besada: iniciar los trámites para la reforestación de los márgenes del Guadalmedina.

Los primeros pasos hacia la reforestación

La reforestación como método para regular los torrentes de montaña fue planteado en 1841 por el ingeniero francés Alexandre Surell, en respuesta a las riadas ocurridas en los Alpes y la ineficacia de controlarlas con muros de obra. En España, este planteamiento tuvo buena acogida, y para comienzos de siglo XX ya existían trabajos de restitución de la masa forestal en las provincias de Huesca, Lérida, Zaragoza, Teruel, Valencia, Madrid, Murcia y Granada. 

Con el objetivo de emprender este tipo de actuaciones en Málaga, el 14 de octubre de 1907 se nombró por Real Orden una comisión compuesta por los ingenieros de la 4ª División Hidrológica Forestal, Juan Ángel Madariaga y Manuel Pujadas y Sáenz de Navarrete; y el ingeniero del Distrito Forestal de Málaga Juan Herreros y Butragueño. El objetivo fue realizar una evaluación de los daños causados por las últimas inundaciones y presentar alguna propuesta que evitara su repetición. El informe, publicado el 2 de diciembre del mismo año, propuso un plan de reforestación de la cuenca de recepción del río Guadalmedina y parte de los montes públicos situados en la cuenca del Guadalhorce, justificado la medida con una memoria donde se analizaba la historia, la orografía, la climatología y la vegetación de la zona. Durante el proceso de elaboración, los ingenieros se sorprendieron al notar que la población consideraba la reforestación como la mejor medida posible, algo infrecuente en otras áreas del país debido a los problemas que solían surgir con las expropiaciones de tierras. 

A pesar de la aparente decisión por parte de la administración, la materialización de las primeras medidas fueron lentas y poco acertadas si se tiene en cuenta el origen del propósito. En 1909 empezaron los trabajos de corrección forestal en las zonas de Sierra Bermeja y Sierra Blanca, donde los temporales de 1885 y de 1908 ocasionaron algunos daños en los lugares de Fuengirola y Los Boliches, pero donde no existía  relación alguna con el Guadalmedina. Por otra parte, en Málaga capital se volvió a proceder a las tradicionales e ineficaces limpiezas del lecho del río y al recrecimiento de las defensas del cauce. La construcción del pantano del Agujero también resultó poco efectiva, pues se evidenció que los arrastres producidos por las lluvias colmataban con facilidad el vaso. 

Proyecto de corrección y repoblación de la cuenca del Guadalmedina. Año 1919. Fuente: Archivo MITECO

El elevado coste y la complejidad que suponía expropiar y reforestar la totalidad de la cuenca del Guadalmedina, más de 18.000 ha, y a las que se sumaban las zonas propuestas para el Guadalhorce, terminó por paralizar el proyecto. Hubo que esperar hasta 1919, cuando Fernando Salazar, presidente de la Sección 2ª del Consejo Forestal y Jefe de Servicio Hidrológico y de Repoblaciones, preocupado por los escasos avances que se estaban realizando, instruyó al ingeniero de la división Montes de Málaga, Miguel Bermejo, para que llevase a cabo un nuevo estudio y propusiera soluciones razonables y al alcance de la capacidad económica de la administración.    

El 9 de diciembre del mismo año, el ingeniero presentó un reformulado del proyecto de 1907 donde se proponía centrar la actuación en el Guadalmedina. Un trabajo mejorado con detallados apartados sobre las vaguadas, la extensión de los afluentes, la distribución de los cultivos y fincas, así como las primeras estimaciones presupuestarias. 

El redactor del documento también descartó grandes sectores de la cuenca del Guadalmedina, principalmente aquellos situados en Antequera y el norte de Casabermeja, debido a la dificultad que implicaba expropiar tierras donde abundaban cultivos en producción. En definitiva, el lugar seleccionado fue la cuenca baja del río, es decir, la antigua tierra de los lagares. Los límites de la zona de reforestación elegidos por el ingeniero

…se extendían desde el norte entre la población de Casabermeja, La Cuesta del Molino, el río Guadalmedina y el término de Colmenar y Málaga, hasta el sur con el arroyo del Sargento y el camino de Las Lomillas y Vizcaínas. Al este, limitaba con la carretera de Málaga a Bailén y al oeste con el camino de la Cuesta de los Pescadores y el camino de Málaga a Casabermeja

Una superficie de 12.835 ha dividida en 25 polígonos, a expropiar en un plazo de 8 años. Los predios que la componían, con una extensión promedio de 60 ha, estaban compuestos principalmente por terrenos incultos, lugares de pasto y chumberas. En menor medida por tierras de cereal, almendros, olivar, viñedos y pequeñas huertas. 

Estado de la superficie a adquirir en Los Montes según proyecto de 1919. Elaboración propia a partir de fondos del Archivo Histórico Provincial de Málaga.

La propuesta del ingeniero fue radical. Dado que no existían terrenos públicos en la zona elegida, planteó la expropiación de las fincas utilizando la Ley de Montes Protectores de 1908, que establecía limitaciones a la propiedad en beneficio del bien público. También sirvió de ayuda la Ley y Reglamento de Expropiación Forzosa de 1879. De este modo, el Estado podría tomar posesión inmediata de los terrenos propuestos para su reforestación. 

La falta de presupuestos detuvo de nuevo el proyecto durante varios años más, pero finalmente, el impulso llegaría con los planes de obras públicas de la dictadura de Primo de Rivera. El 9 de julio de 1926, el gobierno aprobó un real decreto ley que asignaba un fondo de 100 millones de pesetas para la repoblación forestal en España, una inyección presupuestaria que daría solución a las reforestaciones en Málaga. En efecto, el 29 de abril de 1927 quedó marcado como una fecha significativa, pues después de casi 20 años de dilaciones se aprobó el Real Decreto nº 833 que declaraba de utilidad pública la expropiación de fincas y la reforestación de Los Montes.

El plan de trabajos en la cuenca del Guadalmedina

El primer paso dado por la administración hidrológico-forestal fue el establecimiento de una oficina en la capital malagueña para dar cabida a cuatro ingenieros, un auxiliar facultativo, un delineante, un mecanógrafo y un ordenanza, además de la compra de material de dibujo, delineación y oficina. Las zonas elegidas como punto de partida de los trabajos en Los Montes fueron las cabeceras del arroyo de las Vacas, Chapera la Alta y Jotrón; estas eran las partes más altas del conjunto y estaban constituidas por las fincas de mayor extensión superficial. Por otra parte, antes de iniciar los trámites administrativos relacionados con las expropiaciones, y con la idea de ir avanzando trabajo, los ingenieros comenzaron las operaciones de campo tomando medidas y datos. 

El 6 de julio de 1928, la Jefatura de la 5ª División inició la incoación de la primera propuesta de expropiación para 21 fincas, y el 6 de noviembre para otras 19 fincas. Para ello, se envió un comunicado a los propietarios ofreciéndoles la opción de conservar el predio siempre y cuando se sometiera el cultivo a las indicaciones facultativas de los ingenieros y no se impidiera el desarrollo de los trabajos de reforestación. Para llegar a un acuerdo de justiprecio, el 15 de abril de 1929 los propietarios designaron a sus propios peritos para realizar las mediciones y recopilación de datos de las fincas. Por su parte, la administración nombró el 20 agosto del mismo año al ingeniero de montes José Martínez Falero para dirigir el proceso. No obstante, pronto surgieron dificultades en el desarrollo de las propuestas debido a la negativa de muchos propietarios a vender sus fincas. Algunos ejemplos fueron Manuel Romero de la Bandera, propietario de las fincas de Chinchilla y Santillana; Pedro Báez de La Africana; Ernesto Kushe de Poco Pan; Antonio Herrero Sevilla de Chaperas, Zambrana y Benefique, o Alfonso Huercano Álvarez de Jotrón y Dorador. El proceso de expropiación forzosa, cuya fase más importante finalizó en el año 1948, llegó a convertirse en un verdadero generador de burocracia y problemas.  

Más allá de los contratiempos que surgieron con algunos propietarios, lo cierto es que la mayoría de los expedientes fueron progresando de forma adecuada, por lo que ya se contaba con algunas tierras para empezar los trabajos. Así que el 2 de diciembre de 1929 se aprobó por R.O. ministerial la 1ª propuesta de trabajos a realizar en materia de corrección y reforestación propuesta por el ingeniero José Martínez Falero, dotándolos de un presupuesto de 3.402,715.97 pta. 

ConceptoCantidad en pesetas
Expropiaciones de fincas2.900.000
Trabajos de corrección170.153,54
Repoblación (siembra y viveros)171.158,79
Medios auxiliares (albergues de personal, vigilancia, caminos, imprevistos, etc)
161.403,64
Total3.402.715,97

Tabla 1. Resumen de presupuestos generales del primer plan de trabajos a realizar.  Noviembre de 1929. Elaboración propia a partir de fondos del AHPM 

Según marcaba el programa establecido, las brigadas de trabajadores debían realizar la construcción de diques en los principales arroyos y albarradas para las laderas, con el objetivo de adecuar el terreno para proceder con la mayor rapidez posible a la repoblación. La parte alta del arroyo Chaperas fue el lugar elegido para realizar los primeros diques, ya que recogía abundantes aguas procedentes de las vaguadas colindantes. 

Lagar de Torrijos y Benefique. Comienzos de la década de 1930. Archivo: Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul en Málaga

Los ingenieros seleccionaron cuidadosamente los lugares para construir las barreras, atendiendo principalmente a factores relacionados con la economía y la eficiencia. Se diseñaron los diques de retención y los diques de consolidación para abordar las diferentes necesidades. Los de retención se ubicaron estratégicamente en los puntos estrechos de los cauces principales, donde el terreno era rocoso y la pendiente era menor. Su propósito era retener la mayor cantidad de sedimentos con el mínimo esfuerzo de construcción. Los ingenieros diseñaron perfiles estándar de diques con muros rectilíneos, curvilíneos y de diferentes alturas. Partiendo de estos modelos estándar, se hicieron adaptaciones sobre el terreno usando las fórmulas de Thiery, M. Levy, M. Cauvin, Valentini, Navier y otras, asegurando así su correcta estabilidad. Solamente en el arroyo Chaperas se proyectaron 21 diques, todos ellos diseñados uno a uno. Los materiales constructivos seleccionados iban desde la mampostería con mortero de cemento, en seco, hormigonada, mixta con hormigón y de gaviones metálicos. La elección en cada caso dependía de la disponibilidad de piedras en las inmediaciones y otros materiales de construcción adecuados.  

Monolito levantado en las zonas de reforestación. Comienzo de la década de 1930. Fuente: Archivo Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul en Málaga

En cuanto a los diques de consolidación, estos se construyeron en todos los lugares donde había socavación longitudinal debido a la inclinación de las laderas, proclives a la formación de torrenteras. Estos muros consistían en albarradas de piedra seca y de baja altura, rellenados de forma artificial antes de proceder a su reforestación con árboles, matorrales o incluso chumberas. 

Trabajos de consolidación de laderas. Principios de la década de 1930. Fuente: Archivo Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul en Málaga

La finca elegida para el establecimiento de un vivero para resinosas y frondosas fue el lagar de Jotrón, pues era de las pocas fincas con espacio y agua suficiente para el riego, unos cinco manantiales que fueron aforados en estiaje con un caudal total de 31,66 litros por minuto. Sin embargo, las circunstancias hicieron que los primeros sitios de viveros estuvieran enclavados en las fincas adquiridas de Villalba, Galindo, Pocopán y Torrijos, que a pesar de sus limitaciones de agua y dimensiones, proporcionaron suficientes plantas para abastecer las primeras repoblaciones. A estos viveros se les sumaron más adelante otros lagares como Lo Calvo, El Boticario o el propio Jotrón. 

Las semillas de plantas llegaron de otros viveros como el situado en la localidad de Gaucín, siendo las variedades elegidas el pino carrasco, pino negral y pino piñonero. También  se dedicaron algunos bancos de tierra al cultivo de especies frondosas, principalmente chopos, acacias, sauces, etc. con el objetivo de fijar los aterramientos de los barrancos. En total se estimó la primera producción en unos 1.158.750 plantones, suficientes para repoblar 400 ha de la parte alta de la cuenca del Chaperas y de los Frailes.

Para preparar las siembras se realizaron en las laderas fajas o abancalamientos de 0.40 m de anchura en una superficie aproximada de 500 ha, eligiendo los periodos de estiaje para evitar soterramientos por lluvias. Durante el otoño, se procedió a la realización de hoyos de 0.40 cm³ para introducir los plantones, manteniendo una separación de 2 m entre cada uno. Cuando el terreno era uniforme podían realizarse hasta unos 2500 hoyos por ha. 

La red de caminos propuesta constaba de 10.908 km distribuidos en caminos principales de 4 m de ancho y secundarios de 2 m, aunque esta se fue ampliando con los años. Los primeros en ser planificados fueron los caminos principales del lagar de Lo Calvo a las Lomas de Aguilar, y desde este punto hacia la carretera de Colmenar y al lagar de Serranillo, también se proyectó otro carril de Jotrón hacia Las Vizcaínas. Por otra parte, se asignaron 5 km de caminos de 2 m de ancho y se repararon otros caminos existentes previamente construídos por particulares. La plataforma de los caminos tenía una ligera inclinación hacia la cuneta para facilitar el drenaje y se procuró no superar una pendiente máxima de 12%.

Las brigadas de trabajadores contratadas procedían en su mayoría de las zonas expropiadas y otros lugares cercanos. Inicialmente, estos trabajadores mostraron cierta resistencia a la idea de convertir las fincas en pinar, pues consideraban que esto acabaría con las faenas del campo, sin embargo, esta animadversión pronto se transformó en colaboración cuando empezaron a recibir con regularidad los jornales. Las brigadas se contrataron por temporadas con el objetivo de llevar a cabo tareas específicas, con jornadas laborales de 8 horas y sus correspondientes seguros. El salario de los trabajadores se estableció durante estos años en 4,5 pta para peones, 7.5 pta para albañiles, 5,75 pta los barreneros, 6 pta los capataces de cuadrilla de siembra,10 pta los canteros de labra, 15 pta los carros con caballería, etc. También se fijó un servicio de vigilantes a caballo para custodiar las obras, las siembras y posibles incendios. Las brigadas estaban conformadas por un capataz y un grupo de peones que variaba entre 20 y 25 individuos. Durante los periodos de mayor actividad, especialmente en otoño cuando se llevaba a cabo la siembra de los árboles, llegaron a trabajar hasta 17 brigadas al mismo tiempo. 

Los lagares expropiados, como Jotrón, Maruján, Cotrina, Serranillo y otros tantos, se encontraban en condiciones razonables de conservación y, además, contaban  con amplias salas anteriormente utilizadas para bodega y vivienda. Estas instalaciones fueron aprovechadas como alojamiento y almacén para todo el personal trabajador y sus familias, brindando además una vigilancia extra en los campos de trabajo. Mientras duraron las repoblaciones a lo largo de las décadas de 1930 y 1940, existió una constante preocupación en los presupuestos por el mantenimiento de las edificaciones, asignando partidas para mobiliario, reparaciones de techumbre, encalados y hasta labores de higiene. Por desgracia, una vez concluídos los trabajos durante las siguientes décadas estos lagares señoriales fueron expoliados de viguerías, cerámicas, tejas, rejerías de forja y demás provocando su ruina.

La continuación de los trabajos

Debido a la buena marcha de las reforestaciones, pronto se hizo necesario adquirir más fincas para dar continuidad a los trabajos. Con la llegada de la II República se produce otra ronda de expropiaciones en diciembre del año 1931, seguida de otra en 1932, en 1934 y 1936. Estas expropiaciones estuvieron destinadas a ampliar los terrenos estatales en el arroyo de las Vacas, el arroyo Chaperas y en la zona de Jotrón, y abrir nuevos frentes en el Arroyo Hondo y las cañadas de Don Ventura y Marín. Para estas labores se previeron un total de 4 millones de plantones con 3 pies de resinosas cada uno. 

Sin embargo, uno de los mayores problemas de estos años fue la falta de presupuesto, sobre todo en la etapa que discurre de 1934 a 1936. La documentación de archivo conservada en este periodo, con algunas discontinuidades temporales, impide plantear una visión global de la serie de presupuestos anuales, pero sirva como dato el reducido presupuesto establecido para el año 1934 con una asignación de 109.330 pta, ampliado excepcionalmente en el año 1935 con una partida extraordinaria de 208.531,43 pta con objeto de paliar el paro obrero dando trabajo a unas 500 personas en la comarca. La situación empeoró en el primer trimestre de 1936 cuando las faenas en Los Montes se fueron ralentizando por el retraso en el envío de fondos. Una de las soluciones propuestas para mitigar la falta de recursos económicos fue la subasta pública de las producciones de almendras, aceitunas, algarrobas y otros frutos producidos en las fincas expropiadas, pero la propuesta no pareció tener mucho éxito, pues fue difícil encontrar licitadores interesados. A causa de estos problemas económicos, la cantidad de tierras expropiadas durante todo el periodo republicano sumó un total de 879,39 ha, suponiendo una inversión total de 882.974,36 pta, unas cantidades sensiblemente inferiores en comparación con el impulso del comienzo.

Curiosamente, el estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936 no paralizó del todo las labores de reforestación. A pesar del caos reinante en el país, la Dirección General de Montes de Madrid, luego trasladada a Valencia, mantuvo la comunicación directa con la provincia de Málaga, leal al gobierno de la República, para dirigir algunos trabajos e incluso finalizar expedientes de expropiación como el del lagar y finca de El Boticario el 13 de agosto de 1936. A pesar de ello, es evidente que durante estos meses los trabajos se llevaron a cabo con grandísima dificultad y se redujeron al mínimo posible, pues a las carencias económicas se le sumó la falta de mano de obra para las siembras y las semillas para los nuevos plantones en los viveros. 

Una vez que las tropas franquistas tomaron Málaga, se retomaron de inmediato los trabajos de preparación y abonado en los viveros, la siembra en las parcelas de resinosas así como el mantenimiento de los lagares para el alojamiento de los trabajadores, al parecer muy dañados tras la guerra. En los años 1939-40 se estableció un plan de trabajos extraordinarios que incluyó la plantación de 2.400.000 nuevas plantas, la ampliación del vivero de El Boticario, la continuación de la construcción de diques y albarradas en la zona del arroyo Chaperas y la finalización de los caminos en la zona de Jotrón y Los Frailes. En cuanto a las expropiaciones, se iniciaron las propuestas 6ª, 7ª y 8ª, que abarcaron un total de diez fincas y 411 ha. 

Vivero en el lagar del Boticario. Década de 1930. Fuente: Archivo Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul en Málaga

Durante la primera mitad de la década de 1940, las labores de campo siguieron su curso aunque la penuria presupuestaria siguió estando presente. A las normales tareas de siembra, con el crecimiento del pinar también se sumaron las entresacas de arboleda y la vigilancia de la plaga de la procesionaria, que afectó a buena parte de la superficie del nuevo bosque. En cuanto a las expropiaciones, estas continuaron en los sectores de Chaperas, arroyo de las Vacas, arroyo de los Frailes, arroyo Humaina, arroyo Hondo, el lagar del Francés y de la Carigüela, hasta que en el año 1948 se adquirió en la 13ª propuesta la finca del lagar de Zarzo. Al efectuarse su toma de posesión, el Estado sumaría ya un total de 110 fincas con una superficie de 4.762,14 ha camino de convertirse en un tupido pinar.

Resumen de expropiaciones de fincas en Los Montes
Nombre de la fincaFecha del pago y toma de posesiónPropuesta Suma del valor de la tasación (pta)Suma de la superficie (ha)
Frailes Bajos, Frailes Altos y Escultor, Castillejos, Lo Calvo, Milla, Aranda, Los Pinos, Las Medinas,Acosta, San Agustín o Los Morenos, Castillejos, Zea, El Duende, Serranillo y Holgozo, Molineta, Torrijos, Linares, Santillana, Melgareja, Juan Ramos, Poco Pan, Godino, Las Contadoras,Villalba, Perea y Jurela, Pacheco Alto, Galindo y Alhucemilla, Galindo Alto, Jotrón, El Dorador, Salvago Alto, Salvago Bajo, Lo Monte, Las Cuberas, Cucarro, Valenzuela, Tacones, Timoteo, Las Vizcaínas, Lo Moreno, Los Moles, Zambrana, Benefique, El Cerrado, El Francés, La Carihuela, Cagacebadas.





06/09/1930 al 12/01/1931






1ª y 2ª






2.247.221,09






2553,353
El Cejudo, Pacheco Bajo, El Mirlo, Calleja, Lo Téllez, La Africana, Arroyo Hondo, Las Pedrozas (Alta y Baja), Don Ventura, Marín, Jotroncillo, Lo Quilty, Los Luises, Fontanales, Guitíerrez, El Boticario.
29/12/1931 al 13/08/1936

    3ª a 5ª

    882.974,36

  879,3973
Santaolalla, Casillas de Gutiérrez, San Jacinto y Picapedreros, Las Molinas, Cuartero, Lo Isla,  Maruján, Cotrina, Pedro Monte, Serranillo, Mayorazgo, Zupide, Casamayor, Lo Sola, Querellanta, Cortijillo, Cencerrilla, El Conde, Cermeño, Chafarina, Tacones, Contreras, guijarro, Lo Ligero, Timoteo, Morales y Zarzo, Morillo Paleto, San José, Los Pinos, Morales. 


16/12/1941 al 29/12/1948



6ª a 13ª



1.466.126,96



1271,1173
Resumen de expropiaciones de fincas en Los Montes. Elaboración propia a partir de fondos del AHPM

Las imágenes aquí mostradas proceden de archivos históricos o fondos personales. Como autor, animo a su difusión y su utilización, siempre y cuando se cite la autoría y la procedencia.

Archivos consultados:

  • Archivo Histórico Provincial de Málaga
  • Archivo Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, Madrid
  • Archivo Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul en Málaga

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